Por Alejandra Meneses
Una Alemania Nazi. Una ciudad pequeña en las afueras de Munich. Liesel Meminger llega a Himmelsrasse (la calle del cielo) a casa de sus nuevos padres adoptivos después de haber robado su primer libro: El manual del sepulturero. Sería el principio de su amorío con las palabras.
En ellas Liesel encuentra consuelo, las comparte y, finalmente, las usa para contar una breve y cruel historia. Cuando deja el libro olvidado en un momento de miseria, alguien lo recoge. Una peculiar narradora: la muerte.
Lo recuerdo con toda claridad.
Estaba a punto de irme cuando la vi allí, arrodillada.
A su alrededor se había escrito, proyectado y erigido una montaña de escombros. Se aferraba a un libro.
Es una historia difícil de describir en pocas palabras. El mundo de Liesel se encuentra plagado de pesadillas, personajes peculiares y libros robados. Una mujer gruñona y un hombre cariñoso la cuidan y protegen. Un niño con el cabello color limón, una mujer silenciosa y miserable, una nazi severa, un judío escondido en el sótano. Y alrededor de todo esto, una guerra que no logra entender.
EL Führer ha retado al mundo y ellos, la gente como la que vive en la pobre y triste calle de Himmelstrasse, pagan el precio más caro. Heil Hitler, el grito de miles de voces que ha de ser la causa de esta trágica historia.
Con más puntos que comas, el autor encarna a la muerte y nos lleva por la vida de Liesel, de los nueve a los 14 años. Usando como herramienta el libro que le robó a la ladrona, la narradora completa su historia con sus propias experiencias e impresiones, siempre reflexionando sobre lo que ha visto. Sobre el hombre.
A veces me mata ver cómo muere la gente, dice, y casi se puede oír su voz. Femenina. Cargada de cinismo.
Markus Zusak hace un gran trabajo contándonos esta historia. La otra cara de la moneda de personajes como Anna Frank: no es la judía escondida, sino la alemana que esconde un judío. Usa la voz de alguien que nos atrapa de inmediato, alguien a quien tememos, pero no podemos evitar estar fascinados por ella. Un tono sarcástico que a veces resulta mórbidamente gracioso. Hace pausas, no se apresura.
Te permite reír, y después llorar.
No se detiene para contarnos el final desde el principio, y sin embargo hace una magnífica escalada para que el lector llegue a él, aún interesado. Incapaz de dejar depasar las páginas.
A pesar de ser australiano, Zusak pudo construir la trama gracias a su madre, alemana, que le contaba historias del tiempo de la guerra. Un caso en particular, presenciado por su madre, se quedó clavado en su memoria: un niño que le entregó un pedazo de pan a un judío mientras marchaba hacia un campo de concentración.
Un soldado nazi lo vio, le arrancó el pan de las manos y lo latigó por haberlo tomado. Acto seguido, golpeó también al niño por haber sido amable con un “infrahumano”, como los llamaban.
Markus dice que vio esto como el perfecto ejemplo de cómo pueden ser los humanos: en un solo momento, gran bondad y gran crueldad.
La escena sería reproducida en 2005, cuando La ladrona de libros fuera publicada.
En 2006 se esparció el rumor de que Fox había comprado los derechos del libro, y que sería filmada para salir a los cines en 2008. Sin embargo, nada se concretó
Ahora, en 2010, el filme se está desarrollando, lo cual, en español, significa que se está adaptando en guión. No hay actores ni directores confirmados aún. A pesar de ser una magnífica historia, los fans están preocupados.
Es de entenderse, ya que parece complicado traducir una historia como esta a la pantalla grande, con todos los componentes. Sería muy fácil simplemente contar la vida de Liesel, pero el cuento perdería su magia sin el satírico tono de la Muerte.
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